Vivo en la Casa Armenia de la Cité Universitaire de Paris. Una residencia de estudiantes universitarios.
Sí, vivo con veinteañeros.
Sábado a la mañana, temprano, golpean la puerta de mi habitación. Mi amigo H. vestido con equipo deportivo y una camperita estilo Adidas, atrás decía inconfundiblemente
ARMENIA, en caso de que alguien le quede la mínima duda. Con su aire deportivo de futbolista listo a salir a quemar los botines, me mira y con el pulgar señala hacia atrás de su espalda.
H
Vení, vos y yo vamos a empezar a correr.
USH
Perdón? Capaz que como es sábado y acabo de levantarme
todavía no bajé la actualización de francés
para hangovers.
H
Vamos a empezar a correr los sábado por la mañana.
Vas a ver que te va a hacer bien.
USH
Cariño, tal vez sea la presbicia, pero yo no veo
cómo ir a correr con un muchachito de 25 años,
ex jugador de futbol casi profesional pueda hacerme bien.
H
No exageres.
Venis conmigo y yo te voy a entrenar.
Así no te quejás de que estás gorda.
USH
La semana pasada me puse a dieta, es más, hasta
dejé de tomar y lo único que perdí fueron
10 valiosos días.
H
Allez! C'est bon,
on y va.
Corrimos media hora sin parar.
H
Francamente, Ush, estoy sorprendido.
Aguantaste bien.
USH
Es el efecto del vino de anoche.
Tengo el cuerpo anestesiado.
Dicen que estar con gente joven revitaliza.
Mienten.
Corrí media hora, dormí 3 de siesta. Evidentemente ya no estoy para estos trotes.